martes, 1 de diciembre de 2009

A L I C E


Había hecho el mismo camino miles de veces.
Después de una concurrida calle giraba por un estrecho callejón y, al andar sobre barro por millonésima vez, entraba en su patio.
Se fijó en las baldosas. De pequeña solía intentar adivinar las imágenes que formaban esas rayas tan extrañas. Después le explicaron el concepto de abstracto.

Justo antes de cerrar la puerta, notó como una suave brisa le echaba el pelo hacia atrás.
Luego tocó al ascensor, como siempre, estaba arriba del todo, ¿Por qué tenía que llegar siempre justo después que el vecino del noveno?
Entonces cerró los ojos. Siempre se atascaba en el tercero así que cerró los ojos.


'De repente imagino que estás detrás de mí. Escondido, por si aun piensas que no te he olido. Mientras espero al ascensor vas acercándote poquito a poco hasta que me respiras en la nuca. Yo no tengo miedo. Sé que eres tú. No me doy la vuelta, me basta con sentirte. Sólo que si pudieras... nada, ya me has cogido entre tus brazos. Me encojo y hecho la cabeza hacia atrás. Noto tu respiración agitada, tranquilo, yo también estoy temblando. Siento como me aprietas los brazos, me gusta y lo sabes, y también sabes que no me gusta que te apoyes en mi cabeza, me haces sentir bajita, pero lo haces para darle ese tono de pique. Intento darme la vuelta, pero me aprisionas más fuerte para sentirme más. Noto como sonries. Tu nariz está fria como el hielo, pero me gusta. Me pongo de puntillas para que dejes de aplastarme la cabeza, y escucho tu risa. Es patética. Me encanta. Me hace recordar que en realidad no sé nada. Ni de ti, ni de tus abrazos. No sé quien eres, ni siquiera te conozco, y no, dos noches saliendo juntos no es conocerte. Él se pone serio. Sabe lo que estoy pensando y no le gusta, pero es la realidad, así que me da la vuelta como si fuera una bailarina en un joyero'

- Eh, ¡tú! ¿Piensas quedarte ahí quieta toda la noche? Me gustaría salir a tirar la basura, huele a pescado muerto.


Alice vuelve a la realidad y se aparta. Intenta no respirar hasta el cuarto piso, que es donde vive. Sin embargo el tabaco le juega otra mala pasada y no lo consigue. Tenía razón, huele a pescado muerto.
Se imagina la cara de quien le ha dado la vuelta. No es ningún dios griego, pero al menos es para ella.

- Está bien. Hoy no cenaré.

Y entra en su casa para tirarse en la cama.

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