domingo, 27 de diciembre de 2009

El mar y su madre.


La brisa marina movía mi pelo y mi vestido como si quisiera que me adentrara en el mar, y la verdad es que tal vez esa fuera la mejor decisión que podría tomar.
Mirando el horizonte empecé a pensar en todo lo que me había perdido hasta ese momento, que no había sido poco. Parecía que mi vida había estado sujeta a las decisiones de los demás todo el tiempo, me sentía una marioneta dominada por unos hombres con traje.
De repente, un sonido y un coche que aparca.
Se apagan los faros y ni me molesto en girarme para ver quien es. Es él. Ha sido él siempre, por mucho que me haya querido vendar los ojos.


Las olas me mojan los pies. El mar está frio pero no me importa. Me hace sentir viva.
Cuando oigo sus pasos me doy la vuelta. Aun no puede verme, pero estoy llorando.
Me toca la cara y se sobresalta al ver las lágrimas que se derraman por mis mejillas.
No le digo nada, y él tampoco. Simplemente nos fundimos en un furtivo abrazo. Esta situación me está matando. Quiero decirle todo lo que le quiero, pero tan solo pronunciar su nombre sería admitir que todo es cierto. Que vivo engañada, como en un cuento irreal de los que siempre acaban bien.

Él se decide a hablar primero, y sus palabras me hielan la sangre, son puñaladas que se graban a fuego en mi corazón.
- Te amo, y sé que prefieres estar conmigo antes que con él. Nos estás matando a los dos, y sabes que esta situación no puede seguir así mucho más tiempo.
Hago un ademán de zafarme de sus brazos, pero él me aprisiona más fuerte.
- Quédate conmigo Karen. Quédate conmigo siempre.
Pensé que después de eso iba a desmayarme, pero me descubrí tirada en la arena besándole, acaricíandole y fundiendome con él en esa noche de Abril.


Después de leer eso Beth se metió en el coche y fumó un cigarrillo. Después arrancó y fue a la residencia donde estaba su madre. La envidió por haber querido tanto a su padre, y se apenó por ella porque ya no lo recordaría jamás. O tal vez sí, pero una cosa era clara, ella no lo sabría nunca.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Correo de Ron.


'De repente se despertó. Abrió los ojos y vió dos focos enormes y brillantes. Luego, dos sobras borrosas la miraron y le taparon la boca con algo. En cuanto aspiró, notó que esas sensación de mareo iba aumentando cada vez más, hasta que se quedó dormida...'


Querida Lilly:

Te escribo porque el hielo ha congelado los cables del teléfono y no tengo otra forma de comunicarme contigo. Espero que recibas esta carta, de todas formas, intentaré ir mañana al pueblo de al lado para ver si ellos tienen linea.

Amanda está hoy más hermosa que nunca. Está tumbada en la cama, durmiendo tranquilamente, y ningún pensamiento la molesta. Su rostro es sereno, blanco y brillante, como una muñequita de porcelana y tiene los labios cerrados, como los de la Mona Lisa.
Su pelo negro rizado le cae hasta bajo del pecho, y un mechón le tapa el ojo derecho y sus espesas e infinitas pestañas.

En las manos lleva mi pañuelo rojo.
Dicen los médicos que no lo ha soltado en toda la operación.

Aunque los médicos también dicen que tiene esperanzas, pero yo sé que es una falacia para darnos falsos ánimos. Amanda tiene cáncer, y va a morir.
Hace dos meses, cuando se lo detectaron, aun podía albergar alguna esperanza, pero esta es la tercera operación, y no mejora.
Si los médicos no ven una clara evolución tendrán que proceder a la quimioterapia. Y entonces, conforme su espeso y ondulado pelo vaya cayendo le absorberán toda esa energía que tiene, su hiperactividad de niña pequeña, su preciosa sonrisa de media luna... No puedo soportarlo. Y tampoco puedo consentirlo, así que si te escribo esta carta es para decirte que nos vamos.
Mañana mismo me la llevaré a la casa del lago de mi tio Agus, y pasaremos juntos sus últimos días.

La amo, y no puedo soportar que lo único que vean sus maravillosos ojos antes de cerrarlos por última vez sea un aparcamiento feo y gris.
Espero que me comprendas. Tú harías lo mismo si estuvieras en mi situación.

Con los mejores deseos:
Ronald.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Queridos reyes magos, como este año no he sido buena, no espero que me traigais la mayoría de cosas que os voy a pedir, pero como normalmente sí que me lo traeis las pediré igualmente:

- Me encantaría que Lucy se decidiera a escribir algo, estar recluida en un manicomio no es bueno si no tienes nadie con quien hablar.
- Quiero que Venus vuelva.
- Me encantaría que Amanda venciera el cáncer, y que Ron me enviara una carta contándole como les va todo en la caseta.
- Podría ser que Alice se centrara un poco? Siempre me he preguntado si es una ninfómana reprimida.
- Podríais traerme la medicación de Penelope? Ahora está en uno de sus periodos de exaltación, pero la Navidad suele sacar lo peor de ella.
- Si no es mucho pedir, Jannete y Kate podrían dar la cara...
- También quiero el diario de Lola
- Sería feliz si Sophie encontrara por fin ese amor al que tanto se ha cerrado.
- Sé que no hay forma de curar a la madre de Beth, pero ella podría leerle el diario, a lo Diario de Noa, por ver si tiene el mismo efecto.


También quiero una cámara de fotos nueva. Pero eso es subjetivo. Sólo quiero intentar ayudarlas.


Este año he puesto el Belén para reblandeceros un poco el corazón.
Espero que me ayudeis.
Buen viaje!

viernes, 11 de diciembre de 2009

Sophie II



Se agachó un poco para entrar mejor, y cuando la miró Sophie pensó que la acababan de atravesar. No creía en el amor a primera vista, pero nunca había conocido a una persona tan curiosa como ella, y, desde luego, esos ojos no eran normales.
Su pelo era corto, rubio, difícil de definir, pero tan fácil de acariciar...
Llevaba una chaqueta marrón, gorda (hacía mucho frío) y unos vaqueros rectos oscuros.

Pronto se dio cuenta de que probablemente no tendrían nada en común, pero tampoco era algo que le importara. De todas formas, no tenía pensado hablar con él.

Se levantó para quitar el portátil de la cama, con tan mala fortuna que se dio un coscorrón enorme, tan grande que se volvió a caer en la cama.

El chico apareció instantáneamente a su lado, y la cogió del brazo suavemente. Cuando se tocaron, Sophie notó que su piel tenía un tacto menos cálido de lo normal, ¿húmedo

- ¿Te encuentras bien? – Le preguntó

- Hem, sí. No, me duele la cabeza – dijo Sophie con lágrimas en los ojos.

- Tranquila, voy a pedirle hielo a la camarera

- No, no te molestes, no hace… - pero ya se había ido.

En lo que para Sophie fueron dos segundos el chico ya estaba en la habitación de nuevo, con una bolsa azul en la mano izquierda y cerrando el compartimento con la derecha.

- Espera, no te muevas – le dijo mientras se acercaba a la cama y le ponía el hielo en la cabeza – lo último que necesitas ahora es marearte y volverte a caer. Tranquila, soy una especie de médico, sé de lo que hablo.

- Podrías decirme tu nombre, para poderte dar las gracias como es debido.

El chico sonrió. Sus dientes eran perfectos.

- Mi nombre es David, David Black.

- Pues muchas gracias David Black. Por tu culpa casi me abro la cabeza, pero gracias a ti no me ha pasado nada más grave. Mi nombre es Sophie Evans.

- Sé que va a sonar extraño e incluso puede que un poco cursi, pero cuando he entrado he tenido la sensación de que ya nos conocíamos, ¿Nos habíamos visto en alguna otra parte?

‘¿Este macizo se ha fijado en mi antes y no me había dado cuenta?’ Pensó entonces Soph.

- Me parece que no. Supongo que me habría acordado de ti - ¿Cómo? – Tengo memoria fotográfica.

- Interesante y sin embargo, desconcertante. Desde que estoy hablando contigo ya he tenido dos deya vu.

jueves, 10 de diciembre de 2009



- Como es tu mujer ideal?
- Podria describirla durante toda la noche, lo que no sé es si yo puedo ser su hombre ideal.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Alice II


- No soy especial

- No eres especial, tienes razón, pero eres el tipo de persona que hace a uno sentirse diferente, especial

- No necesito a una persona para sentirme especial

- Pues entonces, es que estoy enamorada...



Después de leerlo se metió en la cama y empezó a soñar.

A la mañana siguiente, después de apagar el despertador lo volvió a leer.

Más tarde se preparó para ir al instituto y antes de irse, lo volvió a hacer.

Ella era despreocupada, alegre e infantil. Lista y amiga de sus amigos. Detallista, amable con los desconocidos (cosa que alguna que otra vez le había traído algún problemilla) Despreocupada, servicial y ante todo una bohemia.

Creía en el amor por encima de todo. Si se enamoraba, lo gritaba a los cuatro vientos. Si le rompían el corazón nunca se rendía.

‘Todo lo que necesitas es amor’ era lo que tenía tatuado en el brazo izquierdo. En honor a los Beatles y a un viejo amor.



Se sentía bien con la luz del sol quemándole la cara.

martes, 8 de diciembre de 2009


¡Ten cuidao con la luna! - dicen las estrellas.
Más guapa que ninguna, me quedo con ella.

He loves the way she sings.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Amanecer en Gerona.

Sube conmigo a la acera,
Verás la tiritera que da de ver el color

Que dan a la tierra los hijos de perra Que pintan de oscuro todo corazón Que se atreva a latir,
Y quieren derribar el tronco De ruiseñores roncos
Donde vivimos
tú y yo,
Que no tiene dueño, ni dioses, ni reyes,

Que suenen los muelles de mi corazón.

martes, 1 de diciembre de 2009

A L I C E


Había hecho el mismo camino miles de veces.
Después de una concurrida calle giraba por un estrecho callejón y, al andar sobre barro por millonésima vez, entraba en su patio.
Se fijó en las baldosas. De pequeña solía intentar adivinar las imágenes que formaban esas rayas tan extrañas. Después le explicaron el concepto de abstracto.

Justo antes de cerrar la puerta, notó como una suave brisa le echaba el pelo hacia atrás.
Luego tocó al ascensor, como siempre, estaba arriba del todo, ¿Por qué tenía que llegar siempre justo después que el vecino del noveno?
Entonces cerró los ojos. Siempre se atascaba en el tercero así que cerró los ojos.


'De repente imagino que estás detrás de mí. Escondido, por si aun piensas que no te he olido. Mientras espero al ascensor vas acercándote poquito a poco hasta que me respiras en la nuca. Yo no tengo miedo. Sé que eres tú. No me doy la vuelta, me basta con sentirte. Sólo que si pudieras... nada, ya me has cogido entre tus brazos. Me encojo y hecho la cabeza hacia atrás. Noto tu respiración agitada, tranquilo, yo también estoy temblando. Siento como me aprietas los brazos, me gusta y lo sabes, y también sabes que no me gusta que te apoyes en mi cabeza, me haces sentir bajita, pero lo haces para darle ese tono de pique. Intento darme la vuelta, pero me aprisionas más fuerte para sentirme más. Noto como sonries. Tu nariz está fria como el hielo, pero me gusta. Me pongo de puntillas para que dejes de aplastarme la cabeza, y escucho tu risa. Es patética. Me encanta. Me hace recordar que en realidad no sé nada. Ni de ti, ni de tus abrazos. No sé quien eres, ni siquiera te conozco, y no, dos noches saliendo juntos no es conocerte. Él se pone serio. Sabe lo que estoy pensando y no le gusta, pero es la realidad, así que me da la vuelta como si fuera una bailarina en un joyero'

- Eh, ¡tú! ¿Piensas quedarte ahí quieta toda la noche? Me gustaría salir a tirar la basura, huele a pescado muerto.


Alice vuelve a la realidad y se aparta. Intenta no respirar hasta el cuarto piso, que es donde vive. Sin embargo el tabaco le juega otra mala pasada y no lo consigue. Tenía razón, huele a pescado muerto.
Se imagina la cara de quien le ha dado la vuelta. No es ningún dios griego, pero al menos es para ella.

- Está bien. Hoy no cenaré.

Y entra en su casa para tirarse en la cama.